Mientras
Pedro Sánchez termina de negociar las condiciones del Brexit y los candidatos a
la Junta de Andalucía recrudecen los enfrentamientos propios de toda Campaña
que se precie, una, que además de escribir es persona y posee un espacio habitacional en el que a
lo largo de muchos años ha convivido con su compañero y sus hijas, hasta que
decidieron abandonar el nido y formar nuevos núcleos familiares , que nos han
traído miembros más pequeños , necesita de vez en cuando, aplicarse en las
siempre ingratas labores del hogar , por lo que he decidido que esta semana la
voy a dedicar íntegramente a estos menesteres, por lo que no volveré a estar
con ustedes hasta que este tiempo haya transcurrido, cosa que aviso con
antelación, para que quede constancia de que pienso regresar en breve.
Sé
que muchos se preguntarán si
verdaderamente es necesario emplear tanto tiempo en estos trabajos sin substancia
que no suelen aportar al espíritu más que sofocones y al cuerpo un cansancio
excepcional del que luego uno trata de recuperarse, a base de unas cuantas
horas de sueño y ya les digo yo que sí, sobre todo cuando la empresa que una se
ha propuesto llevar a cabo consiste fundamentalmente en la tarea de poner orden
en todos los lugares de almacenaje que se encuentran desparramados por la
vivienda y en los que se han ido amontonando, sin que exista una explicación
plausible para ello, la ropa que usamos para vestirnos, la que pertenece a lo
que antes se llamaba el ajuar. cacharros
necesarios e inútiles para el trasiego diario de la cocina, vajillas,
cuberterías, cristalerías y menaje
destinado a las grandes ocasiones, que cada vez son menos y una serie
interminable de cachivaches que formarían parte de una colección de adornos
propia de un museo de Artes y Costumbres, por no hablar de la ristra de
zapatos, bolsos y complementos que solemos almacenar en cajas que ocupan un
espacio precioso debajo de las camas, encima de los armarios o en un trastero
que acaba pareciendo el Rastro de Madrid y en el que ya no podemos entrar,
porque no cabemos por el pasillo que hemos dejado, entre las cestas que
contiene.
He
tomado esta decisión irrenunciable, precisamente ahora, porque en unos días le
llega el turno de jubilarse a mi
compañero de viaje y quisiera hacer de esta casa un lugar cómodo y apacible en
el que ambos podamos desenvolvernos sin agobios y en el que nos queden algunos
huecos que poder rellenar en esta nueva etapa de nuestras vidas y armándome de
valor, me dispongo a seguir los consejos del método Konmari, que se ha puesto
ahora tan de moda y que dice que uno debe deshacerse sin dolor, de todo aquello
que no haya utilizado en los últimos dos años, con que no les digo lo que
debemos hacer con lo que tenemos guardado desde hace más de cuarenta.
Voy
a comenzar por convertir en rollitos de primavera toda la ropa que ambos usamos
con regularidad, lo que según el método de esta asiática que está arrasando en todo
el mundo, transformará mis armarios y
cajones en enormes y coloridas bomboneras que después me producirá miedo
deshacer, pero que darán gusto enseñar a los amigos cuando pasen por casa, pues
la labor es toda una gran obra de arquitectura doméstica, que merece la pena
ser tomada como un reto, para poder comprobar si realmente funciona tan bien
como afirman, todos los que en su ejecución me precedieron.
Trapo
en ristre y bolsas de basura en las manos, me dispongo también a desprenderme
de todo aquello que ya era absurdo cuando fue adquirido, pero que me ha dado
pena tirar en todas las limpiezas anteriores, por si acaso en algún momento de
mi vida, le encontraba alguna utilidad, incluidos algunos modelitos que una vez
puestos no se correspondieron con la idea de que a una le podían sentar bien y
del mismo modo, de todos aquellos zapatos que más que ayudarme a caminar se
convirtieron desde el principio en una tortura malaya, pero que he mantenido,
pobre ilusa, con la esperanza de que mis delicados pies mejoraran con el paso
de los años, cuestión que cómo comprenderán, ha resultado ser, absolutamente
incoherente.
Igual
pasa con bolsitos de pitiminí y pañuelitos que nunca utilicé porque me
impregnaban de un aire ciertamente cursi que nunca se correspondió con la
imagen que de mí misma tengo o con aquellas enormes mantas que mi madre se
empeñó en regalarme cuando me fui de casa, hace cuarenta y cinco años y que
puestas sobre la cama, te hacen polvo la espalda y los riñones, porque pesan un
quintal o con aquellos trastos que te regalaron y que a pesar de no gustarte
nunca conservas a la vista, por si acaso
aparece el autor del obsequio o con aquellas sábanas que aunque estando nuevas,
nunca se ajustaron del todo a los rincones de la cama, encogiéndose como por
arte de magia todas las noches, provocando con sus arrugas, incómodas rozaduras
en tobillos y piernas, cuyo efecto se prolonga durante varias horas sobre la
piel.
Fuera,
las cacerolas en las que caben legumbres para un regimiento de infantería y que
ya no puedes cargar porque las muñecas no dan para tanto como cuando tenías
veinte años y porque en esta casa solemos ser, a diario, sólo dos a comer o
aquellos moldes de horno que cumplieron perfectamente su función mientras se
cocinaba en grandes cantidades, pero que con el paso del tiempo, no sólo han
perdido el recubrimiento que los adornaba, sino que almacenan en su interior
polvo a raudales, habiendo sido sustituidos por otros más pequeños de silicona,
mucho más prácticos y coquetos.
A
hacer puñetas, las doce o catorce almohadas que compré cuando mis hijas traían
amigos a dormir y esta casa se convertía de pronto en la Pensión Paquita, con
colchones acumulados por todas las habitaciones y esas viejas toallas que han
quedado relegadas al fondo de la alhacena y que no recuperarán jamás el lustre
del color que tuvieron en sus mejores años, por mucho Ariel que se les eche.
En
fin, no sé si el método Konmari estará realmente concebido para solucionar un problema
de tales dimensiones o todo quedará finalmente reducido a una limpieza general
de las de toda la vida, pero que hay que gastar agua y jabón y poner voluntad
en no volver a cometer los mismos errores que en el pasado, me ha quedado bastante
claro, por lo que ya comprenderán que necesite, como mínimo, unos cuantos días
para acabar con éxito tan expectante tarea.
Atractiva,
no es, pero convendrán conmigo en que al menos parece necesaria y ciertamente
urgente y que el momento es óptimo, ahora que mis queridos políticos andan tan
sumamente entretenidos arreciando su enfrentamiento, por lo que estoy segura de
que comprenderán esta ausencia temporal que, con toda probabilidad sabrán
perdonarme, porque a veces, hay asuntos, aunque sean de esta índole, que
requieren toda nuestra atención y naturalmente, yo no voy a ser esa excepción
que confirme la regla.
Por
cierto, ya les contaré qué tal me va con el dichoso método, si es que mi propio
desorden mental me permite aplicarlo, cosa que dudo seriamente.
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