domingo, 25 de noviembre de 2018

Limpieza general




Mientras Pedro Sánchez termina de negociar las condiciones del Brexit y los candidatos a la Junta de Andalucía recrudecen los enfrentamientos propios de toda Campaña que se precie, una, que además de escribir es persona  y posee un espacio habitacional en el que a lo largo de muchos años ha convivido con su compañero y sus hijas, hasta que decidieron abandonar el nido y formar nuevos núcleos familiares , que nos han traído miembros más pequeños , necesita de vez en cuando, aplicarse en las siempre ingratas labores del hogar , por lo que he decidido que esta semana la voy a dedicar íntegramente a estos menesteres, por lo que no volveré a estar con ustedes hasta que este tiempo haya transcurrido, cosa que aviso con antelación, para que quede constancia de que pienso regresar en breve.
 que muchos se preguntarán si verdaderamente es necesario emplear tanto tiempo en estos trabajos sin substancia que no suelen aportar al espíritu más que sofocones y al cuerpo un cansancio excepcional del que luego uno trata de recuperarse, a base de unas cuantas horas de sueño y ya les digo yo que sí, sobre todo cuando la empresa que una se ha propuesto llevar a cabo consiste fundamentalmente en la tarea de poner orden en todos los lugares de almacenaje que se encuentran desparramados por la vivienda y en los que se han ido amontonando, sin que exista una explicación plausible para ello, la ropa que usamos para vestirnos, la que pertenece a lo que antes se llamaba el  ajuar. cacharros necesarios e inútiles para el trasiego diario de la cocina, vajillas, cuberterías, cristalerías  y menaje destinado a las grandes ocasiones, que cada vez son menos y una serie interminable de cachivaches que formarían parte de una colección de adornos propia de un museo de Artes y Costumbres, por no hablar de la ristra de zapatos, bolsos y complementos que solemos almacenar en cajas que ocupan un espacio precioso debajo de las camas, encima de los armarios o en un trastero que acaba pareciendo el Rastro de Madrid y en el que ya no podemos entrar, porque no cabemos por el pasillo que hemos dejado, entre las cestas que contiene.
He tomado esta decisión irrenunciable, precisamente ahora, porque en unos días le llega el turno de jubilarse a  mi compañero de viaje y quisiera hacer de esta casa un lugar cómodo y apacible en el que ambos podamos desenvolvernos sin agobios y en el que nos queden algunos huecos que poder rellenar en esta nueva etapa de nuestras vidas y armándome de valor, me dispongo a seguir los consejos del método Konmari, que se ha puesto ahora tan de moda y que dice que uno debe deshacerse sin dolor, de todo aquello que no haya utilizado en los últimos dos años, con que no les digo lo que debemos hacer con lo que tenemos guardado desde hace más de cuarenta.
Voy a comenzar por convertir en rollitos de primavera toda la ropa que ambos usamos con regularidad, lo que según el método de esta asiática que está arrasando en todo el mundo, transformará  mis armarios y cajones en enormes y coloridas bomboneras que después me producirá miedo deshacer, pero que darán gusto enseñar a los amigos cuando pasen por casa, pues la labor es toda una gran obra de arquitectura doméstica, que merece la pena ser tomada como un reto, para poder comprobar si realmente funciona tan bien como afirman, todos los que en su ejecución me precedieron.
Trapo en ristre y bolsas de basura en las manos, me dispongo también a desprenderme de todo aquello que ya era absurdo cuando fue adquirido, pero que me ha dado pena tirar en todas las limpiezas anteriores, por si acaso en algún momento de mi vida, le encontraba alguna utilidad, incluidos algunos modelitos que una vez puestos no se correspondieron con la idea de que a una le podían sentar bien y del mismo modo, de todos aquellos zapatos que más que ayudarme a caminar se convirtieron desde el principio en una tortura malaya, pero que he mantenido, pobre ilusa, con la esperanza de que mis delicados pies mejoraran con el paso de los años, cuestión que cómo comprenderán, ha resultado ser, absolutamente incoherente.
Igual pasa con bolsitos de pitiminí y pañuelitos que nunca utilicé porque me impregnaban de un aire ciertamente cursi que nunca se correspondió con la imagen que de mí misma tengo o con aquellas enormes mantas que mi madre se empeñó en regalarme cuando me fui de casa, hace cuarenta y cinco años y que puestas sobre la cama, te hacen polvo la espalda y los riñones, porque pesan un quintal o con aquellos trastos que te regalaron y que a pesar de no gustarte nunca conservas a la vista,  por si acaso aparece el autor del obsequio o con aquellas sábanas que aunque estando nuevas, nunca se ajustaron del todo a los rincones de la cama, encogiéndose como por arte de magia todas las noches, provocando con sus arrugas, incómodas rozaduras en tobillos y piernas, cuyo efecto se prolonga durante varias horas sobre la piel.
Fuera, las cacerolas en las que caben legumbres para un regimiento de infantería y que ya no puedes cargar porque las muñecas no dan para tanto como cuando tenías veinte años y porque en esta casa solemos ser, a diario, sólo dos a comer o aquellos moldes de horno que cumplieron perfectamente su función mientras se cocinaba en grandes cantidades, pero que con el paso del tiempo, no sólo han perdido el recubrimiento que los adornaba, sino que almacenan en su interior polvo a raudales, habiendo sido sustituidos por otros más pequeños de silicona, mucho más prácticos y coquetos.
A hacer puñetas, las doce o catorce almohadas que compré cuando mis hijas traían amigos a dormir y esta casa se convertía de pronto en la Pensión Paquita, con colchones acumulados por todas las habitaciones y esas viejas toallas que han quedado relegadas al fondo de la alhacena y que no recuperarán jamás el lustre del color que tuvieron en sus mejores años, por  mucho Ariel  que se les eche.
En fin, no sé si el método Konmari estará realmente concebido para solucionar un problema de tales dimensiones o todo quedará finalmente reducido a una limpieza general de las de toda la vida, pero que hay que gastar agua y jabón y poner voluntad en no volver a cometer los mismos errores que en el pasado, me ha quedado bastante claro, por lo que ya comprenderán que necesite, como mínimo, unos cuantos días para acabar con éxito tan expectante tarea.
Atractiva, no es, pero convendrán conmigo en que al menos parece necesaria y ciertamente urgente y que el momento es óptimo, ahora que mis queridos políticos andan tan sumamente entretenidos arreciando su enfrentamiento, por lo que estoy segura de que comprenderán esta ausencia temporal que, con toda probabilidad sabrán perdonarme, porque a veces, hay asuntos, aunque sean de esta índole, que requieren toda nuestra atención y naturalmente, yo no voy a ser esa excepción que confirme la regla.
Por cierto, ya les contaré qué tal me va con el dichoso método, si es que mi propio desorden mental me permite aplicarlo, cosa que dudo seriamente.
  


  

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